Leishmaniosis, una enfermedad endémica que afecta a animales y humanos.
La incidencia de leishmaniosis canina en España es de 31 casos nuevos por cada 1.000 perros al año, pero además, el aumento de las temperaturas como consecuencia del cambio climático está afectando a su expansión, pues ahora está presente en zonas donde antes no lo hacía.
El 1 de junio se celebró el Día de la Lucha Frente a la Leishmaniosis´ una enfermedad endémica en España que afecta cada año a cerca de 385.000 perros y "que puede tener graves consecuencias para la Salud pública", tal y como recuerda la Organización Colegial de Veterinarios (OCV). Se trata por ahora de una enfermedad cuya infección no cuenta con una cura definitiva, sin embargo, los expertos recuerdan que, tratada adecuadamente y con controles anuales, los perros y gatos pueden mantener una calidad de vida muy buena.Visto lo cual, el OCV lamenta que "continúa siendo una zoonosis desatendida que nos plantea distintos retos en áreas como la prevención, la concienciación o la investigación, entre otros".
Además, señala la Organización Colegial de Veterinarios, los recientes datos de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica indican que en los últimos siete años se ha registrado un ligero incremento de los casos de leishmaniosis también en personas, lo que bajo su criterio demuestra "la necesidad de que profesionales sanitarios como médicos o veterinarios abordemos la enfermedad de forma conjunta bajo un enfoque Una Sola Salud". "El control de la leishmaniosis en personas pasa necesariamente por el control de la infección en el perro, ya que es el principal reservorio. Pero también se ha encontrado su transmisión indirecta a través de mamíferos silvestres", recalca la OCV, lo que refleja la estrecha relación entre humanos, animales y medio ambiente.
Los efectos del cambio climático en la leishmaniosis
Del mismo modo, el aumento generalizado de las temperaturas derivado del cambio climático está afectando a la expansión de la infección, puesto que ya se detecta en zonas donde antes no estaba presente. Hace unos años, los flebótomos mantenían su actividad de abril a octubre; ahora, en cambio aparecen durante casi todo el año en la práctica totalidad de la geografía española.
A este respecto, la Organización que representa los veterinarios españoles pone de manifiesto la importancia de "proteger a los animales de compañía durante los 12 meses del año mediante un plan preventivo adaptado para garantizar no solo su buena salud, sino la de toda la familia".
Ante este escenario, el Colegio Oficial de Veterinarios de Barcelona (COVB) enfatiza la necesidad de extremar la vigilancia y la prevención para frenar el aumento de casos. Igualmente, recuerda que, a pesar de que los perros son el principal reservorio del parásito que la provoca en las áreas endémicas, los gatos también pueden infectarse por Leishmania. En España se considera que la incidencia de leishmaniosis canina es de 31 casos nuevos por cada 1.000 perros al año. En el caso de los gatos, a pesar de ser un país endémico, tiene una distribución heterogénea y no se ha descrito en todas las áreas geográficas. La prevalencia en gatos oscila, de manera similar a otras partes del mundo, entre el 1,3% hasta el 60%.
El COVB le da otro significado a la definición de leishmaniosis, apuntando también que se trata de una enfermedad silenciosa y con muchas caras. Por un lado, "es silenciosa porque un perro puede estar infectado y no tener alteraciones clinicopatológicas o, incluso, si las desarrolla, pueden pasar de cuatro a seis meses hasta que estas sean visibles". Por otro lado, "se dice que tiene muchas caras porque presenta signos clínicos y alteraciones en las analíticas muy diversos". Los signos clínicos más habituales son lesiones a la piel, heridas que no curan y crecimiento excesivo de las uñas.
Asimismo, pueden presentarse signos clínicos menos habituales y que pueden pasar más desapercibidos como pérdida de peso, de hambre, apatía, problemas oculares y de las articulaciones, cojera y, en fases más avanzadas, problemas en los riñones y otros órganos internos.
Para contrarrestar esta variabilidad de alteraciones clínicas, la recomendación del COVB para los veterinarios es incluir la leishmaniosis en cualquier diagnóstico diferencial, para poder tratarla lo antes posible de forma adecuada y que sea una enfermedad bien controlada clínicamente. Para los propietarios,las recomendaciones son el uso tópico de repelentes frente al flebótomo en diferentes formulaciones (pipeta o collar) y reforzar el sistema inmunitario para conseguir en zonas endémicas como Cataluña y el Mediterráneo, disminuir el riesgo de infección y las probabilidades de desarrollar enfermedad.
En cuanto a los gatos, el Colegio Oficial de Veterinarios de Barcelona expone que desarrollan la enfermedad en menor grado que los perros y no es tan conocida la situación epidemiológica de la leishmaniosis en las áreas endémicas. "No hay una estrategia definida para la prevención de la infección por Leishmania en gatos, pero todos los estudios indican que la leishmaniosis canina y felina son muy parecidas desde un punto de vista clínico-práctico y, por lo tanto, también hay que tenerla presente al hacer un diagnóstico diferencial. Esto permitiría tener datos más cuidadosos de la situación actual de la leishmaniosis en felinos", detalla.
Un tratamiento esperanzador
Como hemos mencionado, por el momento la leishmaniasis no tiene una cura definitiva, pero la buena noticia es que existen tratamientos con bastante potencial.
Una enfermedad de difícil diagnóstico
Las manifestaciones clínicas de la leishmaniosis son amplias, lo que hace que sea una enfermedad que puede pasar desapercibida. Los signos clínicos aparecen de forma lenta y progresiva y dependen de la eficiencia de la respuesta inmunitaria de la mascota, por lo tanto, es clave reconocer los más visibles para actuar a tiempo. Los más frecuentes son las lesiones cutáneas, como dermatosis exfoliativa, alopecia, úlceras o nódulos, pérdida de peso y disminución del apetito, atrofia muscular, intolerancia al ejercicio, aumento del volumen de orina y del consumo de líquidos, e incluso la aparición de lesiones oculares, cojera, vómitos y diarrea.
"Las manifestaciones clínicas son amplias y su aparición puede tardar meses o incluso varios años. Sin embargo, hay que estar atentos a factores que favorecen que un perro infectado se enferme, como por ejemplo la edad, en el caso de perros muy jóvenes que no han desarrollado completamente sus defensas o en perros mayores", explica la doctora. "También influye el sexo y la raza de la mascota. Además, se debe tener en cuenta si el perro se encuentra en situaciones debilitantes como desnutrición, estrés, enfermedades sistémicas o tratamientos inmunosupresores. En el caso de la especie felina, aunque suele ser más resistente que los perros, pueden presentar lesiones por leucemia y/o inmunodeficiencia positivos".
En cuanto al diagnóstico, esta enfermedad requiere la integración de la historia y las manifestaciones clínicas y se realiza a través de métodos que pueden ser: serológicos de tipo cuantitativo (ELISA, IFI) y cualitativo (test rápidos); parasitológicos que incluyen citología/histología, inmunohistoquímica y cultivo; y métodos moleculares (PCR). Es necesaria la combinación de estos métodos diagnósticos ya que cada uno aporta información necesaria para el estadiaje de la enfermedad y la planificación del tratamiento.